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martes, 21 de mayo de 2013

El recuerdo más feliz de nuestra infancia

4 comentarios:



Hoy he vuelto a sentirme, a escucharme... a sentir y a escuchar a mi bebé.  Como hago habitualmente mediante mis palabras, mediante mis cantos y lecturas, mediante mis caricias a esta cada vez más enorme barriga.  He vuelto a conectar, conmigo y con ella, con mi hija.

He conectado con los ojos cerrados y manos en el vientre, al mismo tiempo que sentía y escuchaba la melodía y letras de Rosa Zaragoza como parte del maravilloso taller semanal de gimnasia al que tengo el placer de acudir desde hace un par de semanas, ritual al que ahora me arrepiento de no haber acudido desde el mismo comienzo de mi embarazo.

Me he vuelto a emocionar (siempre lo hago) con las palabras de ese tema musical tan especial a través del cual se manifiesta mi hija, a través del que se manifiestan todos los hijos que aún no han nacido al mundo.  Como siempre, he limpiado mis lágrimas con una sonrisa en mi rostro, sin prisa.  Como siempre, he saboreado su sal y me he permitido disfrutar de este delicioso pellizco en mis entrañas.

La persona que nos acompaña y que nos reconforta -a mis compañeras y a mí- en estos momentos de introspección e intimidad, nos ha invitado a buscar el recuerdo más feliz de nuestra infancia, con la finalidad de compartirlo con nuestro bebé, de transmitirle de alguna manera ese sentimiento de plenitud que recuperamos.

Así que, una vez más, he viajado hacia la niña que vive dentro de mí...  He llegado a ella en pocos segundos, y en seguida he reconocido algunos de esos momentos más felices, casi todos en mi primerísima infancia, muchos de ellos latentes en mi memoria, otros de ellos reducidos a mágicas sensaciones.

Se los he regalado a mi hija.  La he arropado con ese amor, ternura y agradecimiento que he sentido hacia las personas que en todos esos recuerdos aparecen, y me he prometido intentar que los recuerdos de sus primeros años (y -por qué no- también de los posteriores) sean tan coloridos como los míos.  O que se sienta, como mínimo, tan querida como yo me sentí en ellos.




domingo, 5 de mayo de 2013

Feliz Día, Súper Mamá

4 comentarios:






Ahora que me hallo absolutamente fascinada con la sabiduría de la naturaleza, y experimentando en mis propias carnes la increíble experiencia de crear vida, me siento más que nunca en la necesidad de homenajear a la mamífera que me llevó dentro su cuerpo, que me dio cobijo en su vientre y que me ayudó a salir al exterior en un parto natural, su primer parto, con el que nacimos al mismo tiempo: yo despertando al mundo fuera de su útero, ella naciendo como madre.

De esa época fascinante nada recuerdo, evidentemente.  Pero pondría la mano en el fuego para afirmar que me sentí muy feliz y cuidada dentro de ella en esta etapa intrauterina.  La prueba es que su (mi) embarazo duró diez meses y nunca llegué a decidirme a salir por mi propia voluntad:  tuvieron que separarnos los médicos en un parto inducido que -a pesar de forzado y de ser mi Mamá primeriza- ella no recuerda como un parto difícil o traumático.

En el cobijo de su interior se creó MI VIDA, de la unión de sus células y de las de mi padre.  Su organismo se dedicó a abastecerme de lo que necesitara, a cuidarme y protegerme, a formarme día a día hasta estar preparada para sobrevivir ajena a esa simbiosis.  En los comienzos de mi historia me mantuve unida a ella mediante un cordón umbilical... sentimos lo mismo... fuimos una...  Por más que lo pienso (y lo pienso mucho últimamente) no puedo dejar de maravillarme ante este MILAGRO de la vida que es la maternidad.

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